20 Nov La fundadora de la Cátedra de Musicología María Antonia Virgili se jubila
Poco aficionada a la primera persona, solo la conjuga para hablar de su inminente operación de menisco. Virgili es una firme defensora del trabajo en equipo, ese que ha logrado formar después de 37 años de trabajo en la Universidad de Valladolid. La fundadora de la Cátedra de Musicología se jubila con cierta pena, los recortes de la UVA afectan a las plazas de sus acreditados y doctorandos. Apasionada de la cota cero, de crear desde la nada, lo hizo en Valladolid, donde continuará en un nuevo despacho, y repitió en La Habana a partir de 1998, a cuyo andamiaje académico sigue vinculada.
El espíritu universitario le transe la sangre. Su padre fue rector de la Universidad de Oviedo donde ella se formó antes de llegar a Valladolid. Echó el ancla en la meseta gracias a la «comprensión» de Juan José Martín González, entonces vicerrector, «con todas las artes, incluida la música. Él me animó a hacer la tesina aquí, me familiaricé con las fuentes y comencé a especializarme».
La música se escindió de la Universidad en el XIX. «Desde el XVI estaba directamente relacionada, los maestros de capilla catedralicios eran catedráticos. Eso termina en el XIX cuando muere el último maestro de capilla de la Catedral de Salamanca. Isabel II crea los conservatorios pero con un espíritu más técnico que humanístico, orientados a la práctica musical más que a la investigación». La reconquista del espacio universitario ha sido una dura tarea, «una continua pelea ministerial en que hemos tenido que repetir lo mismo a muchos interlocutores, cuando empezaban a comprender, cambiaban. Pero siempre me gustó tirarme a la piscina, fue un reto sugerente».
Profesora de arte, creo el Aula de Música y fue ganando terreno para al música entre las materias comunes de la licenciatura, después especialidad autónoma de dos años y por último con el plan Bolonia, carrera. «Creo que ha cambiado bastante la enseñanza de la música. Hemos logrado introducirla en Secundaria, está presente en primaria, hay profesionales formados para ello. Pero ahora todo eso peligra, porque las bases son endebles como demuestra que en cuanto hay que recortar se caen las asignaturas de artes». Virgili se remonta a los griegos, «para los que la música regía el mundo. No es un ornato. La sociedad es cada vez más agresiva, sigan restando espacio a las artes, sigan minusvalorando todo lo que sea cultivar la sensibilidad y meta ecuaciones, a ver qué pasa».
Cuando llegó a Valladolid «me encontré con muy pocas publicaciones, apenas algo en los boletines de la Sociedad Vallisoletana de Excursiones, los escritos de Carlos Barrasa y eso sí, el legado de cuando la Corte estuvo aquí. Pero el resto de archivos como los catedralicios estaba por descubrir. Era maravilloso, como quien descubre una cueva prehistórica inexplorada. Aún hoy estamos en la punta del iceberg, queda toda la montaña por explorar, mucho por hacer».
Un río que fluya
Fue rodeándose de gente «que ya son de otra generación, que han estudiado fuera, a los que hemos intentado ayudar para completar sus distintas especialidades. Se han ido cubriendo plazas y áreas, tenemos un acreditado, que lleva diez años formándose, y dos doctores preparados que han visto su carrera frenada en seco. La pena es que cuando vas a cerrar el círculo, cuando vas a hacer cumbre tras 30 años de ascenso, te recortan. En estas condiciones no se puede garantizar la excelencia del grado». El siglo de investigación perdido en España obliga a buscar en las antípodas al mayor especialista de Tomás Luis de Victoria, Michael Noone, por ejemplo. «Les dices en Estados Unidos que aquí se cancela un máster porque no se cubren las diez plazas mínimas, y les da la risa, porque ellos no tienen diez alumnos en una licenciatura».
Virgili buscó sentido y visibilidad a la cátedra firmando convenios con distintas instituciones para proyectos concretos para inventariar, investigar y transcribir sus fondos, restauración de órganos, etc… Ayuntamientos, diputaciones, obispados, pero sobre un hito, Las Edades del Hombre. «Esto tiene que ser un río que fluye, el patrimonio no es solo el pasado, así que también comenzamos a encargar obras. Por ejemplo la ‘Missa solemnis’ a Jesús Legido, que se grabó en la celebración del IV Centenario de la Diócesis de Valladolid».
Las grabaciones son el estandarte, «la manera de presentar y plasmar nuestro trabajo». Una labor que seguirá desde su despacho junto al Aula de Música.